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martes, 22 de mayo de 2012

Una República de Idiotas


En la antigua Grecia los ciudadanos virtuosos eran aquellos que poseían la capacidad de saber mandar y obedecer. Esta definición estaba íntimamente relacionada con la concepción de los hombres como seres políticos. Aristóteles explicaba que ser político consistía en que los sujetos fueran, a la vez, gobernados y gobernantes, lo que implicaba tener la obligación de ser parte del ágora pública, conocer de los asuntos públicos, encargarse de ellos, tomar decisiones y saber obedecer las mismas. Aquellos individuos que sólo se preocupaban por sí mismos eran considerados idiotas.
Con el paso del tiempo la noción clásica de virtud se transformó y, dependiendo de la época y el lugar, se entendía algo diferente por ella. Sin embargo, la construcción del sistema liberal contemporáneo reconoció que los seres humanos no eran ángeles, por lo que no se podía construir un sistema basado en la esperanza de que las personas fueran virtuosas. Parecía adecuado en un inicio, ya que se dejaba de lado el espacio normativo para empezar a construir un sistema político real. El mecanismo desarrollado por los federalistas, constructores del sistema estadounidense de pesos y contrapesos, era que la ambición de unos debería ser controlada por la ambición de otros. Esto se desarrollo en el plano institucional del gobierno, pero ¿qué pasaba con los ciudadanos? Otro pilar del liberalismo consistió en dotar a los ciudadanos con una esfera mínima que no podría ser invadida por el Estado y además, con una serie de mecanismos que les permitiría combatirlo si éste se volvía demasiado intrusivo.
Con una esfera mínima de libertad garantizada, los ciudadanos desarrollaron con plenitud sus deseos personales y, poco a poco, el espacio público fue perdiendo importancia. Sólo cuando el Estado se entrometía en los asuntos que afectaban al individuo éste se movilizaba y lo combatía, pero cada vez esta tendencia fue disminuyendo.
Al día de hoy, aún tenemos esa esfera mínima, pero hemos descuidado en demasía al ágora pública. Nuestro desarrollo individual se ha convertido en lo más importante. Eso es vital, pero ha sido a costa de olvidar la vida pública. En México los gobiernos, aquéllos que creen que estamos en un estado de naturaleza donde el más fuerte impera, las empresas y una infinidad de actores muy diversos hacen y deshacen a su gusto y los mexicanos, como los chinitos (el refrán popular es refrán popular), “namás milando”. En términos clásicos, nos hemos convertido en unos idiotas.
Sin embargo, creo yo, los nuevos medios de comunicación permiten que regresemos un poco a un justo medio, en el que nos interese nuestra vida privada, pero el espacio público no sea dejado a la deriva. Yo me conformaría con que todos fuéramos sólo medio idiotas, no idiotas completos. Cada quien en su trinchera debe buscar prender de nuevo la llama de la crítica, la rendición de cuentas y el asociacionismo como medios para solucionar nuestros problemas. El gobierno no es un papá que nos resolverá todo, al contrario, llegan momentos en que pareciera inclusive nuestro enemigo. En ambas situaciones, una ciudadanía virtuosa se convierte en el mejor freno ante los abusos e impulsora hacia el desarrollo.
Olvidemos esta República de idiotas y demos un paso al frente para recuperar nuestro espacio público. Debemos actuar. Los pasos ya se han comenzado a dar con el surgimiento de movilizaciones como #YoSoy132 e inclusive la #MarchaAntiEPN; sin embargo, debemos recuperar el espacio público con la voz generacional de la crítica consciente y propositiva.
Agradeceré en demasía sus comentarios, opiniones, recomendaciones, tuits, retuits y todo lo que les venga en gana.
Saludos a todos.
@leonugo